Muere el histórico periodista Enrique Meneses
Fallece el veterano reportero, cuyos 63 años de carrera estuvieron marcados por la honestidad, la humildad, la dedicación y la generosidad hacia los demás
Aurelio Martín. Vicepresidente de la FAPE
A sus 83 años, Enrique Meneses -cuyos restos mortales han sido incinerados hoy, martes, en Madrid- continuaba al frente de su blog haciendo comentarios de actualidad y hablando de la pasión de su vida: el periodismo, lo que el que practicó durante nada menos que 63 años, para múltiples soportes, incluido Internet, un medio de transmisión revolucionario y que, por esta misma capacidad de cambio e innovación, le interesó desde su nacimiento, aunque sus primeros textos fueran manuscritos y algunos de sus rollos de fotografías en blanco y negro viajaran en las enaguas de una mujer, para distraerlos de las miradas vigilantes de los aduaneros, en Cuba.
Meneses acompañó a la FAPE en las entregas de los premios Manu Leguineche o el que rinde memoria a Cirilo Rodríguez, del que era galardonado de honor, y conferenciante de la Escuela que lleva el nombre de Juantxu Rodríguez, en Santander. También fue Premio Rodríguez Santamaría de la APM, organización que le organizó una exposición con lo mejor de su obra. De esa vinculación, pero sobre todo por su valía profesional e intelectual, no menos importantes que su calidad humana, le habíamos incluido en una lista de periodistas que iba a inaugurar, en breve espacio de tiempo, un ciclo dedicado a quienes como él han hecho de este oficio una forma de vida, recorriendo el mundo, para contar lo que ocurre e informar desde la verdad. Unas jornadas de reflexión para hablar de lo importante: el periodismo en su estado puro. Ya no podrá ser, aunque sus achaques le impedían desplazarse al antiguo Matadero de Madrid, y habíamos optado porque su intervención fuera a través de videoconferencia, pero seguro que va a estar en la memoria de todos los que acudamos; y alguna de las cosas que se digan tendrán su “copy”.
Enrique, sin duda, era una referencia del periodismo, de lo que significa la profesión y la manera de ejercerla, que está directamente relacionado con la actitud que él tuvo ante la vida, marcada por la honestidad, la humildad, la dedicación y la generosidad hacia los demás, hasta el último segundo comentando las noticias que escuchaba en la radio, poco antes de ser trasladado a urgencias hospitalarias, el domingo, a última hora de la tarde.
Cargado de sabiduría, fruto también de una larga experiencia, cuando realizó su primer reportaje –la muerte del torero Manolete, en 1947- ya sabía cómo iba a ser la profesión, siempre en crisis, porque le costó más el taxi que le desplazó para cubrir la noticia que lo que cobró por ella. Nunca vivió engañado ni trató de engañar.
Estaba claro que había llegado a ella por vocación y no con ansia de hacerse rico. Primera enseñanza. De ello se valen las empresas, de que la profesión, la emoción y los sentimientos de poder practicar este bello oficio estén por encima de lo crematístico, para quien realmente la siente, como Enrique. No conjugamos el verbo en pasado porque este compañero –odiaba la palabra maestro, aunque fuera dicha con la connotación más cariñosa- va a permanecer en la memoria de muchos, veteranos y jóvenes periodistas; y sus mensajes, fruto de un verbo fácil, entretenido, incluso irónico, seguirán calando en generaciones de colegas que quieran lanzarse por estos derroteros.
Y nos enseñó la fórmula que él aplicaba sobre la composición del periodismo: una “mezcla de conocimiento, paciencia y suerte”. Eso lo supo después de acompañar muchas tardes al torero Luis Miguel Dominguín hasta que, un buen día, cuando éste se vestía en la habitación del hotel, apareció Pablo Picasso, con uno de sus perros dálmata. ¡Esa era la foto! Por no referirnos a la oportunidad de sus trabajos, comenzando con el reportaje de los revolucionarios cubanos de Sierra Maestra.
Al primer minuto de conocer a Enrique quedaba claro que había que aprovechar sus conocimientos, absorberlos, además de que él disfrutaba transmitiéndolos, mientras que se iba trabando una extraordinaria amistad. La relación con él era tremendamente sencilla, no superficial. También nos enseñó a que si eliges ser periodista es suficiente hipoteca como para tener otras en la vida, como un piso propio o un estabilidad, cosas que deben quedar siempre en segundo plano.
De ahí que tenga plena vigencia ese mensaje-regañina que trasladaba a los jóvenes periodistas: “Dejaos de hipotecas, también se puede vivir de alquiler, y salid fuera, no os adormezcáis al lado de las faldas de mamá”, mientras auguraba el final de las redacciones, de las nóminas a fin de mes y el auge de la modalidad “freelance”, lo que él había sido toda la vida.
Aún acumulando tanto conocimiento, mostrando la verdadera cara de la realidad, fruto de la repetición de los ciclos de la historia, amaba la utopía y emprendió proyectos informativos en los que no existía el dinero.
Dio de nuevo en la diana, en esta ocasión sobre los peligros de las nuevas plataformas. Un periódico regional difundió en su edición digital, un verano, la hipotética muerte del periodista Manu Leguineche, otro de los grandes del periodismo, que entristeció al conocer en su casa de Brihuega, ayer, la marcha de Enrique –le había retado a echar una carrera de sillas de ruedas-, y enseguida se difundió por redes, incluso llegó a replicar el pésame por Twitter un director de un conocido periódico nacional.
Enrique llamó a casa de Manu, le comentaron que estaba en el jardín, tomando el sol y el aperitivo, porque realmente no había fallecido. Fue otra de sus lecciones.
Un texto sobre nuestro entrañable personaje podría tener una larga continuidad, como sus historias, pero si hay que acortar el mensaje, es para expresar el convencimiento de que si el periodismo vive es por colegas como Enrique Meneses, gracias a él no ha muerto su esencia, en papel o en la Red.