La FAPE aprueba el Manifiesto de Pamplona, en defensa de los valores del periodismo
El periodismo vive tiempos convulsos, asediado por la crisis económica y de modelo, que a su vez ha producido una crisis de identidad y de valores, tanto en los medios como en los periodistas.
El adelgazamiento de las redacciones carga de trabajo a los que se quedan, por lo que apenas pueden contrastar la información que les llega. Además, cercena la iniciativa de los redactores para buscar información al margen de los circuitos establecidos y de la agenda marcada por quienes están interesados en señalar lo que debe llegar al ciudadano. Esta limitación de las condiciones de trabajo afecta al rigor de los contenidos y a los principios deontológicos de esta profesión, como son la pluralidad, la independencia, la objetividad y la veracidad.
Hay desánimo y hasta miedo en las redacciones. Los editores se concentran en los despidos sin que se atisbe el más mínimo detalle del modelo sobre el que esperan sostener el negocio; los directores dejan a un lado el debate periodístico para hablar de nuevos perfiles tecnológicos encarnados en periodistas con sueldos ‘competitivos’.
La alternativa se repite: salarios de bajo coste. Es decir, periodistas mal pagados, a los que, además, se les exige la cesión total de sus derechos de autor a la empresa. Pagar mal a los periodistas es exponerlos a las presiones, ya sean políticas o económicas, siempre prestas a debilitar la identidad profesional y a dinamitar sus códigos deontológicos.
Avanza el periodismo de corta y pega, de difusión de productos enlatados, de las ruedas de prensa sin preguntas, de la preeminencia del rumor sobre la verdad, de la proliferación de noticias sin verificar, sin contrastar fuentes y que tiende a desbancar a la objetividad como valor clave en el ejercicio de nuestra profesión. También se hace visible el periodismo de los que “calientan” los debates con comentarios agresivos, en ocasiones calumniosos, para subir la audiencia.
La deontología profesional se somete, hoy, a las leyes del mercado que imponen editores y directores y se sacrifica en aras del entretenimiento, del espectáculo. Las llamadas tendencias del momento fijan una agenda de noticias banales, que debilita el criterio profesional y roza en ocasiones el sensacionalismo y el esperpento.
En un intento de anular la profesión periodística, se aprueban leyes que tratan de convertir la información libre en un altavoz de mensajes políticos, cronometrados y de dudoso interés para las audiencias.
La consecuencia es que los periodistas pierden peso en las redacciones y ellos y sus medios reputación entre la ciudadanía. La marca pierde valor, la moral profesional languidece.
Ante esta situación, la LXX Asamblea General de la FAPE reivindica el valor y la vigencia de los principios éticos contenidos en su Código Deontológico, y en su defensa, aprueba el Manifiesto que se adjunta.